Rick Day |
En nuestras relaciones, es común ver cómo repetimos patrones que absorbimos desde pequeños. Los psicólogos lo dicen claro: lo que vimos en casa, especialmente en las relaciones de nuestros padres, moldea cómo nos enamoramos. El problema es que muchos de esos patrones no nos llevan a un lugar feliz, y seguimos arrastrando dinámicas que no nos favorecen.
Seguro que hemos conocido a esos amigos que se aferran a relaciones tormentosas, llenas de drama y peleas. Son relaciones donde el supuesto "amor" se convierte en excusa para soportar cualquier cosa, incluso lo que nos hace daño. Nos quedamos atrapados en ciclos de sufrimiento que sólo parecen divertir a los que ven desde afuera, pero que nos dejan vacíos por dentro.
Por otro lado, están los que, en lugar de quedarse en una relación problemática, se sabotean a sí mismos antes de tener la oportunidad de disfrutar algo real. Buscan una conexión perfecta, y cuando alguien se presenta, capaz de aceptar hasta sus defectos, el miedo los consume. ¿Por qué sucede esto? Porque nos hemos acostumbrado a la soledad o al dolor. Es más cómodo quedarse en lo conocido, incluso si es doloroso.
Ahora bien, si lo pensamos, es lógico que repitamos estas actitudes. Crecimos viendo la relación de nuestros padres, y si esa relación fue inestable, es natural que esos patrones de comportamiento nos persigan. Sin embargo, no significa que estamos condenados a repetir los errores. Es necesario reconocer estos ciclos y tomar acción. No se trata de culpar a nadie, sino de entender que estos comportamientos no son elecciones conscientes, sino una herencia emocional.
Por eso, la terapia no es un lujo, es una herramienta. Si buscamos ayuda para cualquier otro aspecto de nuestra vida, ¿por qué no hacerlo cuando se trata de nuestras relaciones?. Es el primer paso para romper con esas cadenas invisibles que nos atan.
Al final del día, el amor no siempre llega por donde lo buscamos. A veces, mientras golpeamos a una puerta cerrada, hay alguien esperando con los brazos abiertos en otro lugar. La clave está en explorar, conocer gente nueva, y estar dispuestos a cambiar. Y sí, un buen terapeuta puede ser el compañero que necesitamos en ese viaje.