Rick Day |
Estamos condicionados a rechazar lo que no entendemos, a mantenernos al margen de aquello que “nos perturba”. Lo diferente nos incomoda, y a veces preferimos sostener ideas que sabemos equivocadas, solo porque nos cuesta dejar ir lo que siempre nos han enseñado. Sin embargo, esa ignorancia solo nos brinda una falsa tranquilidad, un estado que no mejora nada ni nos permite realmente crecer. La única manera de superar el prejuicio es reconocer que no es cuestión de aguantar a quienes no son como nosotros; es cuestión de aceptar y celebrar las diferencias.
En los últimos años, se ha hablado mucho de “tolerancia” hacia la comunidad LGBTQ+. Pero tolerar no es lo mismo que aceptar. Tolerar implica aguantar, ceder porque “no queda de otra”, como si el hecho de existir abiertamente como homosexuales fuera una carga para los demás. ¿De qué nos sirve que nos “toleran”? Necesitamos ir más allá de la simple indiferencia; tolerar es para los cobardes, una solución superficial que no elimina el problema.
Y aunque algunos gobiernos han dado pasos hacia leyes que nos protegen, la realidad es que nadie debería necesitar una ley para aprender a respetar. Las leyes son necesarias, sí, pero no son suficientes. Imponer reglas no va a cambiar las actitudes de raíz si seguimos viendo a las personas como problemas a “soportar”. Lo que necesitamos es un cambio en la forma en que pensamos y hablamos, un avance en el que respeto signifique igualdad real.
Detrás de cada prejuicio hay un miedo profundo a lo desconocido. Hay quienes dedican toda su energía a oponerse al cambio solo porque temen perder una supuesta “seguridad” en su vida. Pero ¿qué tan segura es una vida cuando depende de rechazar a otros, de cerrar puertas? Esa resistencia al cambio solo mantiene la ignorancia en posiciones de poder, y a quienes están cómodos en su privilegio les resulta fácil ignorar el daño que estos prejuicios siguen causando.
Al final, todo se resume en una palabra: respeto. No hablamos de un respeto a medias o uno que solo nos permita ser quienes somos dentro de los márgenes de “lo aceptable”. Hablamos de un respeto que vea en cada persona un valor, que reconozca que nuestra orientación sexual, como cualquier otro aspecto de nuestra identidad, es parte de lo que nos hace únicos. Dejemos la tolerancia atrás y abracemos el respeto real, porque solo así lograremos construir un espacio en el que todos podamos ser libres y plenos.