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Rick Day |
La ropa interior no es cualquier prenda. Es la primera capa que roza nuestra piel, la que guarda nuestro paquete, la que absorbe el sudor y, muchas veces, el semen. Por eso merece que la cuidemos, no sólo para que dure más, sino para que siempre esté impecable, lista para acompañar nuestros momentos más calientes, cómodos y sexys. Un suspensorio, un slip o un bóxer bien lavado no sólo se ve mejor, también huele mejor y es más saludable para nuestra piel y nuestro placer.
Lo primero que debemos hacer antes de meter nuestra ropa interior a la lavadora es algo básico: separar las prendas claras de las oscuras. Las piezas blancas, beige o de tonos suaves son un imán para las manchas y los desteñidos. Las prendas oscuras suelen soltar pigmento y terminar manchando lo que no deben. Si queremos que nuestro slip blanco siga siendo blanco y que nuestro suspensorio negro no termine gris, esta separación es clave.
Una vez separada, el siguiente paso es poner la ropa interior al revés. Parece un detalle menor, pero no lo es. La mayoría de las manchas —de sudor, de lubricante, de semen— quedan en la parte interna, la que está en contacto directo con nuestro cuerpo. Al darle la vuelta, exponemos esas zonas al agua y al jabón para que la limpieza sea más profunda y eficaz.
Y aquí viene un truco sencillo y poderoso: el vinagre. Sí, como lo lees. Antes de usar productos agresivos, basta con un chorrito de vinagre blanco directamente sobre las manchas más intensas o incluso un poco en la lavadora. El vinagre es un desinfectante natural que elimina bacterias y malos olores sin dañar las telas ni irritar la piel. Además, ayuda a mantener los colores y la elasticidad de nuestras prendas favoritas.
Lo que nunca debemos usar —por tentador que parezca— son los blanqueadores. El blanqueador no limpia, destruye. Daña las fibras, adelgaza la tela y termina por arruinar la forma y la textura de nuestra ropa interior. Aunque un bóxer blanco tenga manchas de batalla, el blanqueador no es la solución. Mejor vinagre y paciencia.
Otro error común es pensar que mientras más jabón usemos, más limpia quedará la ropa. Nada más lejos de la verdad. El jabón, en exceso, es abrasivo y deja residuos en la tela que pueden irritar la piel de nuestras ingles, nuestro pene y nuestro culo. Con una pequeña cantidad basta para eliminar la suciedad y los olores. No necesitamos bañar nuestra ropa interior en químicos.
El ciclo de lavado también importa. Nada de agua caliente ni ciclos agresivos. El calor excesivo y el movimiento fuerte desgastan las fibras y deforman la ropa interior, sobre todo si es de lycra, microfibra o encaje. Siempre debemos optar por el ciclo delicado y agua fría. Nuestras prendas íntimas merecen un trato suave, como nosotros después de un buen polvo.
Cuando terminamos de lavar, el secado también cuenta. La secadora es el enemigo silencioso de nuestra ropa interior. La alta temperatura encoge, deforma y rompe las fibras. Mejor usa la centrífuga solo para quitar el exceso de agua y después extiende la ropa al sol. El sol no solo seca: desinfecta, elimina bacterias y deja ese aroma limpio y fresco que nos encanta.
Cuidar nuestra ropa interior no es sólo un tema de estética o de duración. Es una forma de cuidar nuestro cuerpo, nuestro placer y nuestro estilo. Un slip limpio y suave, un suspensorio bien cuidado, un bóxer que huele rico y está listo para ser arrancado… Todo eso suma cuando queremos sentirnos sexys, cómodos y preparados para cualquier encuentro.
Porque al final, lavar bien nuestra ropa interior es otra manera de celebrar quiénes somos y cómo disfrutamos de nuestra sexualidad: con orgullo, con placer y con ropa interior impecable.