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Paja, Salud y Placer

Rick Day

La masturbación no es un vicio, ni un pecado, ni un mal hábito. Es un acto íntimo, masculino y saludable. Cada vez que nos damos placer con la mano, con un juguete o con lo que más nos guste, no sólo estamos disfrutando de nuestro cuerpo, también estamos cuidando nuestra salud física y emocional. La ciencia nos respalda, y nosotros lo sabemos: pajearnos es bienestar.

No hablamos de mitos ni de moralismos trasnochados. Hablamos de datos concretos y comprobados. Por ejemplo, la revista Sexual and Relationship Therapy publicó un estudio que confirma que los hombres que se masturban con frecuencia tienen un sistema inmunológico más fuerte. Cada vez que eyaculamos, estamos limpiando nuestros conductos y vías seminales, evitando que bacterias externas puedan generar infecciones. Así de sencillo y así de sexy: masturbarnos es un acto de higiene interna.

Pero no sólo estamos hablando de evitar infecciones. El orgasmo que alcanzamos al masturbarnos también potencia nuestras defensas generales. Cuando tenemos más orgasmos, nuestro cuerpo presenta mejores niveles de inmunoglobulina A (IgA), que es, básicamente, la primera línea de defensa contra resfriados, gripes y otras molestias. Así que sí, cuando decimos que un buen puñetazo mañanero es la mejor medicina, no estamos exagerando: eyacular más nos hace más fuertes.

Y hay más. Masturbarse frecuentemente también cuida de nuestra próstata. Un estudio publicado por el Cancer Epidemiology Centre en Melbourne, Australia, encontró que los hombres que eyaculan al menos siete veces por semana tienen hasta tres veces menos riesgo de desarrollar un cáncer agresivo de próstata en comparación con aquellos que eyaculan menos de tres veces a la semana. Y no estamos hablando de hombres mayores: los beneficios son mucho más visibles en hombres de entre 20 y 50 años. El placer no sólo es rico, también es preventivo.

Más allá de los datos científicos, hay un beneficio que conocemos muy bien: la masturbación nos conecta con nuestro cuerpo, nos permite explorar lo que nos excita, lo que nos enciende, lo que nos hace acabar más rápido o más lento. Al masturbarte, aprendes sobre ti mismo, y eso te convierte en un amante más seguro y consciente. Porque nadie puede darnos placer si primero no sabemos dárnoslo nosotros mismos.

Masturbarse no es una señal de soledad, ni de vacío, ni de que algo falta. Es un acto libre, erótico y saludable. Es un espacio para disfrutarnos, sin vergüenza, sin prejuicios y sin pedirle permiso a nadie. Cuando lo hacemos con conciencia y placer, estamos diciéndole a nuestro cuerpo: “me gusto, me cuido y merezco gozar”.

Así que la próxima vez que sientas ganas, no te reprimas, no lo evites, no te juzgues. Mastúrbate como un acto de amor propio, de salud y de goce masculino. Porque sí: la paja también es medicina, y de la buena.

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