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Padre, Gay y Orgulloso: Criar con Amor y sin Etiquetas

Rick Day

Ser padres y ser hombres homosexuales no es un dilema, es una realidad. Los tiempos han cambiado, y con ellos, la idea de que la paternidad es exclusiva de ciertos modelos de familia. Hoy, tenemos la posibilidad de construir nuestras propias historias sin sacrificar quiénes somos, sin pedir permiso y sin necesidad de encajar en moldes que no nos representan.

Pero, antes de lanzarnos de cabeza en la idea de ser padres, hay algo que debemos tener claro: un hijo no es un trofeo, ni un capricho, ni un accesorio para validar nuestra vida. Es un ser humano con necesidades, emociones y una existencia independiente de la nuestra.

¿Queremos ser padres o queremos cumplir una expectativa?

La sociedad nos ha vendido un guion muy claro: estudia, trabaja, cásate, ten hijos y repite el ciclo. Pero, ¿de verdad queremos eso o simplemente nos sentimos presionados a seguirlo? Ser padre no es un logro más en nuestra lista de pendientes, es una decisión que nos transformará para siempre.

Antes de dar este paso, preguntémonos: ¿es un deseo genuino o una respuesta a lo que el mundo espera de nosotros? Porque ser padre no es solo un título, es un compromiso de por vida.

Más que dar amor, es formar a un ser humano

Un hijo no necesita que lo llenemos de regalos o le tomemos fotos bonitas para las redes sociales. Necesita guía, educación, estabilidad emocional y financiera, y sobre todo, un hogar donde pueda crecer sintiéndose seguro, amado y libre de prejuicios.

Criar a un niño no es jugar a ser héroes, es enseñarle a convertirse en una persona que pueda valerse por sí misma. Y eso implica tener la madurez suficiente para entender que no es nuestra propiedad, no es nuestra miniatura, y no debe vivir a nuestra sombra.

El mundo no es un lugar perfecto (pero podemos prepararlo para enfrentarlo)

No podemos negar la realidad: hay peligros, tentaciones y decisiones difíciles que un hijo tendrá que enfrentar solo. Podemos darle las mejores herramientas, enseñarle valores sólidos, pero una vez salga al mundo, no podremos controlar cada paso que dé.

¿Estamos listos para aceptar que, a pesar de todo nuestro esfuerzo, nuestro hijo tomará sus propias decisiones, incluso si no son las que deseamos? Si la respuesta es sí, entonces estamos más cerca de estar preparados para la paternidad.

Ser padre no es para demostrar nada a nadie

Tener un hijo no es una manera de probar que somos “normales” o que podemos hacer lo mismo que cualquier otra persona. No necesitamos demostrarle nada a nadie. La paternidad no es una medalla, ni un justificativo de nuestra identidad.

Si decidimos ser padres, que sea porque queremos hacerlo desde el amor y la responsabilidad, no desde la presión social o el miedo a la soledad.

Un hijo no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a él

No es un niño el que llega a nuestra vida, somos nosotros los que llegamos a la suya. No estamos recibiendo algo, estamos comprometiéndonos con alguien.

Ser padre es la decisión más importante que podemos tomar, y no es una que deba tomarse a la ligera. Pero si llega el día en que realmente nos sentimos listos, sin dudas ni miedos, entonces no habrá nada más poderoso ni hermoso que darle a un niño la oportunidad de crecer en un hogar donde se le enseñe a ser libre, seguro y feliz.

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